lunes, 8 de junio de 2015

Nadie

                                        La difícil comunicación entre las familias y la escuela.

No hace mucho tiempo, un mañana en el Jardín, surgió un inconveniente con la mamá de uno de los chicos de sala de 12 meses.  

Ese día, ya pasadas las 9: 30 y habiendo terminado el horario de ingreso, sonó el timbre. Salí de la sala de 2 de la que soy auxiliar para ir a abrir la puerta, actividad de la que me encargo en los distintos horarios de entrada recibiendo a los alumnos.

Cuando me acerqué a la puerta me encontré con Román y su mamá, Natalia. A pesar de que llegaron tarde, no le dije nada, ya que la Directora me pidió que haga una excepción con esta familia dado que vienen desde Tigre y resulta difícil calcular el tiempo de viaje desde esa distancia.

Al recibir a Román, Natalia me preguntó si existía la posibilidad de hablar con Nadia, la maestra de su hijo.  Le pedí que me espere en la puerta, mientras averiguaba si Nadia podría atenderla. Llevé a Román a la sala y le transmití a la docente el pedido de la mamá, ofreciéndome a quedarme en su lugar.  Las dos imaginamos que el tema de la charla giraría en torno a la inasistencia de Román al Jardín en los días previos, con motivo de una infección en la rodilla que le impedía caminar con normalidad. Situación de la que estábamos al tanto dado que Natalia había tenido una extensa charla telefónica con la docente del turno tarde el día anterior.

Para mi sorpresa Nadia me contestó lo siguiente: “andá y decile que ahora estoy desayunando con todos los chicos. Si hubiera venido 8:30 la atendía, pero ahora no.  Si quiere hablar conmigo que llame a Silvia y que coordine una entrevista”. Me quedé muda, pensando en cómo decírselo a la madre. Salí de la sala y caminé por el pasillo sabiendo que a Natalia no le iba a gustar lo que tenía para decirle. Llegué hasta la puerta y le expliqué que Nadia en ese momento no podía salir de la sala porque estaba compartiendo el desayuno con los chicos, pero que si coordinaba una reunión con Silvia podría hablar con ella otro día. 

A pesar de sentirme expuesta ante la situación que se generó, en cierto punto comparto la decisión de la docente de no salir de la sala. Si la maestra tuviera que presentarse ante los padres en cada reclamo por parte de ellos, dejaría al grupo solo en varios momentos del día. Por lo que coincido que este tipo de encuentros debiera estar previamente pautado.

En relación a mi función muchas veces me pregunto: ¿Cómo decirle a los padres cosas que no quieren escuchar intentando que no se enojen?

Como era esperable no le gustó mi respuesta. Poniéndome en su lugar,  tampoco me hubiera gustado que no me atiendan. Cambiando el tono me preguntó por Silvia, la Directora de Jardín. Le conté que Silvia ese día llegaba después del mediodía, pero que Laura, la dueña, estaba por llegar. Me contestó que iba a estacionar el auto y volvía a esperarla. 

¿Es aceptable que no haya ningún directivo en la Institución?

Pasaron 20 minutos hasta que Natalia volvió. En ese tiempo ya había llegado al Jardín Cecilia, la empleada administrativa, quien escuchó la conversación que manteníamos mientras yo acompañaba a la mamá de Román a un sector en donde pudiera sentarse a esperar a Laura. Cecilia, preocupada por la situación se acercó para informarnos que ésta no iba concurrir ese día, lo que generó aún más enojo en Natalia que comenzó a gritar: “¡¿Cómo puede ser que no haya nadie?! La maestra no tiene ganas de atenderme y los directivos no están. ¿Me están cargando?”. En ese momento Cecilia me pidió que me retirara para poder conversar entre ellas. 

En relación a la ausencia de los directivos, entiendo que fue el detonante del enojo de Natalia. Comparto con ella que al menos algún integrante del equipo directivo debiera estar disponible en forma permanente durante la jornada escolar.

En este lapso los nenes de la sala de 12 meses habían terminado de desayunar y una de las nenas había vomitado. Esta fue otra explicación que Cecilia le dió a Natalia para justificar la imposibilidad de Nadia para salir de la sala. Hablaron durante diez minutos y la mamá se retiró aún más enojada que antes.

Al otro día, Silvia, me comentó la larga conversación que tuvo con Natalia por teléfono. Ella creía que yo le había mentido, dándole excusas, lo que la hizo enojar conmigo. Los directivos defendieron a las docentes, pero ¿tiene razón Natalia en pedir que alguien escuche su reclamo?, ¿Por qué el Jardín no tiene una buena comunicación con esta familia?, ¿Qué espera esta mamá de las docentes? ¿Natalia confía en la Institución? ¿Por qué?

Tomando distancia de la situación, si  viviera una experiencia similar intentaría ser el nexo entre la docente y la madre, pero ¿es parte de mi función? ¿Le sirve a las familias que yo asuma este rol?

 

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