No hace mucho tiempo, un mañana
en el Jardín, surgió un inconveniente con la mamá de uno de los chicos de sala
de 12 meses.
Ese día, ya pasadas las 9: 30 y
habiendo terminado el horario de ingreso, sonó el timbre. Salí de la sala de 2
de la que soy auxiliar para ir a abrir la puerta, actividad de la que me
encargo en los distintos horarios de entrada recibiendo a los alumnos.
Cuando me acerqué a la puerta me
encontré con Román y su mamá, Natalia. A pesar de que llegaron tarde, no le
dije nada, ya que la Directora me pidió que haga una excepción con esta familia
dado que vienen desde Tigre y resulta difícil calcular el tiempo de viaje desde
esa distancia.
Al recibir a Román, Natalia me
preguntó si existía la posibilidad de hablar con Nadia, la maestra de su hijo. Le pedí que me espere en la puerta, mientras
averiguaba si Nadia podría atenderla. Llevé a Román a la sala y le transmití a
la docente el pedido de la mamá, ofreciéndome a quedarme en su lugar. Las dos imaginamos que el tema de la charla
giraría en torno a la inasistencia de Román al Jardín en los días previos, con
motivo de una infección en la rodilla que le impedía caminar con normalidad.
Situación de la que estábamos al tanto dado que Natalia había tenido una
extensa charla telefónica con la docente del turno tarde el día anterior.
Para mi sorpresa Nadia me
contestó lo siguiente: “andá y decile que
ahora estoy desayunando con todos los chicos. Si hubiera venido 8:30 la atendía,
pero ahora no. Si quiere hablar conmigo
que llame a Silvia y que coordine una entrevista”. Me quedé muda, pensando
en cómo decírselo a la madre. Salí de la sala y caminé por el pasillo sabiendo
que a Natalia no le iba a gustar lo que tenía para decirle. Llegué hasta la
puerta y le expliqué que Nadia en ese momento no podía salir de la sala porque
estaba compartiendo el desayuno con los chicos, pero que si coordinaba una
reunión con Silvia podría hablar con ella otro día.
A pesar de sentirme expuesta ante la situación que se
generó, en cierto punto comparto la decisión de la docente de no salir de la
sala. Si la maestra tuviera que presentarse ante los padres en cada reclamo por
parte de ellos, dejaría al grupo solo en varios momentos del día. Por lo que
coincido que este tipo de encuentros debiera estar previamente pautado.
En relación a mi función muchas
veces me pregunto: ¿Cómo decirle a los
padres cosas que no quieren escuchar intentando que no se enojen?
Como era esperable no le gustó mi respuesta. Poniéndome
en su lugar, tampoco me hubiera gustado
que no me atiendan. Cambiando el tono me preguntó por Silvia, la Directora de
Jardín. Le conté que Silvia ese día llegaba después del mediodía, pero que
Laura, la dueña, estaba por llegar. Me contestó que iba a estacionar el auto y
volvía a esperarla.
¿Es aceptable que no haya ningún directivo en la Institución?
Pasaron 20 minutos hasta que Natalia volvió. En ese
tiempo ya había llegado al Jardín Cecilia, la empleada administrativa, quien escuchó
la conversación que manteníamos mientras yo acompañaba a la mamá de Román a un
sector en donde pudiera sentarse a esperar a Laura. Cecilia, preocupada por la
situación se acercó para informarnos que ésta no iba concurrir ese día, lo que
generó aún más enojo en Natalia que comenzó a gritar: “¡¿Cómo puede ser que no haya nadie?! La maestra no tiene ganas de
atenderme y los directivos no están. ¿Me están cargando?”. En ese momento
Cecilia me pidió que me retirara para poder conversar entre ellas.
En relación a la ausencia de los directivos, entiendo que
fue el detonante del enojo de Natalia. Comparto con ella que al menos algún
integrante del equipo directivo debiera estar disponible en forma permanente
durante la jornada escolar.
En este lapso los nenes de la sala de 12 meses habían
terminado de desayunar y una de las nenas había vomitado. Esta fue otra
explicación que Cecilia le dió a Natalia para justificar la imposibilidad de
Nadia para salir de la sala. Hablaron durante diez minutos y la mamá se retiró
aún más enojada que antes.
Al otro día, Silvia, me comentó la larga conversación que
tuvo con Natalia por teléfono. Ella creía que yo le había mentido, dándole
excusas, lo que la hizo enojar conmigo. Los directivos defendieron a las
docentes, pero ¿tiene razón Natalia en
pedir que alguien escuche su reclamo?, ¿Por qué el Jardín no tiene una buena
comunicación con esta familia?, ¿Qué espera esta mamá de las docentes? ¿Natalia
confía en la Institución? ¿Por qué?
Tomando distancia de la situación, si viviera una experiencia similar intentaría ser
el nexo entre la docente y la madre, pero ¿es
parte de mi función? ¿Le sirve a las familias que yo asuma este rol?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario